
Retrato de Artaud por Man Ray (1926)
Ocurre a veces que un autor, un tema musical o una idea nos persigue insistentemente durante un tiempo. Es el caso de Antonin Artaud (Marsella, 1896 – París, 1948). En estos últimos meses no he dejado de encontrarme referencias a su obra, figura o herencia. Reinterpretar y revisar lo que este autor ha representado, es cuanto menos un trabajo de reflexión bastante interesante.
Polémica, provocadora y revolucionaria la figura de este dramaturgo, ensayista y actor francés tiene una sombra alargada en el tiempo. Denostado en sus inicios allá por los años 20, será casi dos décadas después tras la publicación de una recopilación de sus ensayos bajo el título de ‘El teatro y su doble’ (1938) que conseguirá que el antiguo alucinado sea entonces considerado un genio.
Miembro del grupo surrealista y creador en 1933 del Teatro de la Crueldad, su vida estuvo marcada por frecuentes internamientos en centros psiquiátricos. Su visión rompedora y antiburguesa de la dramaturgia, le llevó a planteamientos escénicos hasta entonces inéditos. Convencido de que el teatro debe buscar su propio lenguaje y no en el texto sino en el espacio, pretendió impactar profundamente al público que debería ser el centro de la representación. Artaud diagnosticó la enfermedad de la sociedad y la necesidad de su curación, a partir de una experiencia teatral de características rituales. El absoluto fracaso de todos sus primeros montajes, le llevaron a refugiarse en la teoría. A partir de entonces viajará por el mundo siguiendo el rastro de las culturas primitivas.
En el Teatro de la Crueldad se funden en un solo espectáculo música, gritos, representación y danza. Precursor del teatro moderno, su desasosiego y búsqueda del Arte total sigue siendo a día de hoy fuente de inspiración para escenógrafos, directores teatrales y artistas plásticos. Más allá de la supremacía de la acción y el gesto frente al texto, el legado de Artaud nos habla del rechazo violento de los refugios de la miseria humana; aunque quizás sólo desde la lucidez de la alienación, podamos alumbrar la revolución que concibió.
LA CUEVA DE ARTAUD

La cueva de Artaud (2012) de Javier Téllez en la dOCUMENTA(13)
El venezolano Javier Téllez es hijo de psiquiatras. Su infancia transcurrió entre personas diagnosticadas como enfermos mentales, mientras que su abuelo dirigía una de las primeras salas de cine en Venezuela. En su obra se interroga permanentemente acerca de lo que consideramos normal y sano frente a lo patológico o demente. Para sus películas generalmente utiliza enfermos mentales que actúan, realizan el guión y codirigen sus propios papeles. Su dignidad y auto reflexión choca con nuestras ideas preconcebidas y cuestionan y proponen que quizás es nuestra sociedad ‘normal’ la que necesita ser curada.
‘La cueva de Artaud’ (2012) es una película/instalación presentada con bastante aceptación en la dOCUMENTA(13), inspirada en el viaje de Artaud a México en el año 1936 y su obra ‘La conquista de México’ (1934). Realizado en el Hospital Fray Bernardino Álvarez, Ciudad de México, en colaboración con los pacientes, así como en otros lugares relacionados con estos textos, la obra se instala en una gruta artificial que incorpora las ideas de Artaud de su Teatro de la Crueldad. Forma y contenido interrelacionados. La gruta se convierte así en un ‘espacio propiciador del espectador no pasivo’. En el siglo XXI esta obra cobra más fuerza simbólica, y es que quizás la cueva de Artaud ha reemplazado a la de Platón.
LOS ESPECTROS DE ARTAUD
Recientemente hemos podido ver en el Museo Reina Sofía la exposición ‘Los espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta’. Comisariada por Frédéric Acquaviva y Kaira M. Cabañas indagaba en la influencia de Artaud en los movimientos neovanguardistas que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial. Influencia que en el caso de las artes plástica, al contrario que en el teatro, no ha sido tan estudiada quizás debido al protagonismo del neodadá. Sin embargo son muchos los artistas que en este periodo estuvieron interesados por cuestiones relativas al lenguaje, el cuerpo y la participación del espectador.

Izq. Una de las vitrinas con documentación de la exposición . Dcha. Gil Wolman durante un recital letrista.
Una parte importante de la exposición estuvo dedicada al letrismo. Curiosamente su fundador Isidore Isou, visitó décadas más tarde al mismo psiquiatra que trató a Artaud. Este movimiento redujo la poesía hasta la letra, explorando las dimensiones auditivas del lenguaje e inventando nuevas formas de escritura. En una de las proyecciones veíamos desgañitarse a Gil Wolman en el recital de Poesía Letrista, en el Teatro Odeón de París, en 1964.

Vista general de la sala dedicada al happening Theater Piece #1
En otra sala se nos describía el evento que unos cuantos estudiantes del Mountain College realizaron en agosto de 1952 en el comedor del mismo. Rompiendo con la ortodoxia teatral, los espectadores se situaban en el centro de la representación mientras Merce Cunningham bailaba, Charles Olson recitaba poemas, David Tudor demostraba su virtuosismo al piano y John Cage daba una conferencia. Sobre ellos y haciendo las veces de pantalla de proyección colgaban unas pinturas blancas de Rauschenberg; a un lado pendía un gran lienzo en blanco y negro de Franz Kline. Theater Piece #1 es considerada hoy en día como el primer happening y en su preparación tuvieron una fuerte influencia los textos de Artaud.
Otro espacio estaba dedicado a la Poesía Concreta y a la Geometría Expresiva en Brasil con obras de Ferreira Gullar, Lygia Clark y Hélio Oiticica para quienes la práctica artística depende de la participación del espectador. La exposición se cerraba mostrando cómo su libro ‘Van Gogh le suicidé de la société’ se convirtió en un referente fundamental para el movimiento anti-psiquiátrico como la corriente que lideró en Brasil la doctora Nise da Silveira, quien conocedora de la obra de Artaud abrió un taller de pintura para estimular la creatividad de sus pacientes.
LOS CENCI
A mediados de enero de 2013 dirigida por Sonia Sebastián con escenografía de Carmen Castañón llegará al Teatro Español una adaptación de ‘Los Cenci’, que promete ser recomendable.
Artaud reescribió en 1935 un texto dramático a partir de otro, el de Percy Shelley (1819), y del relato homónimo de Stendhal (1834). Basado en un hecho real ocurrido en la Roma post-renacentista que conmovió sin duda a la opinión pública y fue ampliamente documentado; el incesto y parricidio del conde Cenci, el juicio y la ejecución pública de su esposa Lucrecia y de dos de sus hijos, Santiago y Beatriz. La imposibilidad de nunca alcanzar la justicia que subyace en esta obra resulta insoportable y es que ‘la esencia de la vida es cruel y no cabe en ella la redención’. Artaud que interpretaría al conde Cenci busca centrarse más que en los personajes, en las fuerzas de la naturaleza. Alejándose de la tradición clasicista, reniega de la idea del teatro como representación y ataca la superstición social de la familia. En ‘Los Cenci’, el espacio resulta plenamente simbólico. Para expresar todo esto utilizaría todos los recursos técnicos disponibles en su época: altavoces dispuestos en las esquinas de la sala, un instrumento electrónico que emitía sonidos de bajas frecuencia llamado Ondas Martenot o enormes maniquíes.
Artaud intentó afectar profundamente a los espectadores parisinos, envolviéndolos en una tensión dilemática e irresoluble. Puso a prueba la capacidad performativa del teatro. ‘Los Cenci’ todavía no constituían El Teatro de la Crueldad,…pero lo prepara.