Durante siglos, los centros culturales y económicos han utilizado a la modernidad como herramienta para homogenizar el mundo que ellos entienden. La auto-proclamada premisa que el arte puede ser sólo bajo sus parámetros, ha favorecido la idea de universalidad y ha marginalizado a un gran número de narrativas.

El monopolio de los canales de información (armas, tecnología, imposición del lenguaje) ha limitado la comunicación entre culturas satelitales. Incluso en nuestro mundo “globalizado” donde las tecnologías parecen borrar distancias de una manera tan fácil, la comunicación entre centro y periferia siempre es de un solo sentido y nunca es recíproca.

 

Los creadores de los márgenes, los outsiders, han sido educados en escuelas de arte, sistemas de galerías, políticas estatales que repiten modelos que no les pertenecen, haciéndoles creer que sus propias historias y tradiciones no son válidas o no son tan importantes como las que suceden en París o Nueva York. La imposición de la cultura es siempre una de las principales armas de la colonización.

En tiempos de crisis (no sólo económica) es válido preguntarnos si los modelos que hemos seguido nos han brindado el bienestar que soñábamos. Seguimos copiando culturas para satisfacer a un mercado egoísta que no mira a nuestra propia realidad. Cada día hay más estudiantes en escuelas de arte y diseño que van directo a las filas del desempleo.

Y sin embargo, en medio de subsecuentes bienales y costosas retrospectivas que por un lado celebran el éxito de dicho modelo, los creadores de los países periféricos están haciendo uso de las nuevas tecnologías y la cercanía que estas brindan para escapar de esas pre-establecidas jerarquías raciales y nacionales. Me gusta pensar que el arte, como lo conocemos ahora, va a ser muy diferente en un tiempo no muy distante.
Dentro de este espectro de grupos culturales, existen artistas que están traduciendo valores culturales autóctonos, haciéndoles disponibles para un público más diverso, al tiempo que los conectan a una red muchísimo más amplia. Pequeñas iniciativas de distintas partes del mundo están desarrollando proyectos culturales y ecológicos que están basados en sus perspectivas geopolíticas específicas. Esto puede ayudar -entre otras tantas cosas- a enfrentar las crisis ambientales que han sido causadas por un sistema que sacrifica los ecosistemas por los espacios urbanos.

A través de proyectos colectivos, fanzines, improvisadas residencias, los artistas en su trinchera están transformando la forma en que se concibe el arte y muy pronto sus discursos no tendrán ni siquiera que pasar o estar dirigidos a los centros culturales.

image-194x300Uno de los ejemplos más interesantes que he tenido la fortuna de ser parte, son las acciones colectivas que Andrej Poliak y JánKostolanský desarrollaron en Eslovaquia entre 2009 y 2011. Los eventos, llamados Periférne Centrá (Centros periféricos), fueron una respuesta a la nula capacidad del estado para proveer por espacios para artistas. Como es común en Europa del Este (y casi cualquier país periférico, es decir, el mundo entero) la cultura no es una prioridad en las políticas de gobierno. Los artistas allá han sobrevivido un largo letargo que se reduce a la importación de formas, sepultando maravillosas culturas autóctonas que le son propias. Periférne Centráse levanta entonces como una suerte de residencia itinerante que tiene lugar en los lugares más apartados de Eslovaquia: las aldeas. A lo largo de 14 eventos, más de 60 artistas y entusiastas fueron convocados para apropiarse de los espacios rurales e intervenir su cotidianeidad con las más disparatadas acciones. El intercambio era mutuo y recíproco: la aldea les proveía de alojamiento y los artistas organizaban una serie de eventos y performances que sólo hubieran sido posible gracias a ese contexto.

Los eventos ofrecían a jóvenes artistas de nuevos espacios de expresión, además del reto que implica trabajar en condiciones que no le son conocidas. Los aldeanos, en cambio, sucumbían al encuentro con extranjeros que estaban además ávidos por conocer su cultura. Su monótona vida adquirió otra perspectiva: los artistas pintaron sus bares, presentaron música experimental, proyectaron documentales de otros países, documentaron mapas o recitaron poesía por los altavoces. Los resultados de amistad y colaboración son una prueba fehaciente del deseo colectivo por labrar un destino común.

Periferne Centra

Periferne Centra

Tratar de enumerar aquí todas las experiencias que resultaron de este intercambio es tarea que me parece más bien ociosa. La mayoría están limitadas por su contexto o incluso el lenguaje campirano. Pero de lo que si estoy cierto y orgulloso es que su narrativa escapa a las formas tradicionales de entender el arte y poco a poco, encuentra eco en otras generaciones, otras latitudes. El legado de estas acciones tendrá una repercusión importante en su localidad: un mejor entendimiento de sus propias formas de creatividad.

Una muestra retrospectiva de Periférne Centrá será presentada en el espacio HANGAR de Bratislava a partir del 5 de Mayo.