Si pensamos en Estambul, la primera sensación que viene a la mente es contraste. Oriente y Occidente conviven en una ciudad que está cambiando frenéticamente a nivel político, social, económico y, a raíz de los lamentables sucesos de la Plaza de Taskim del pasado junio, también en cuanto a la concepción y funcionalidad artística.

Poco tiempo ha tenido la comisaria Fulya Erdemci y su equipo para reaccionar ante un giro radical de acontecimientos que les obligó a replantear todo el programa expositivo de la decimotercera edición, pero como ella misma explica en el texto introductorio, “la revuelta y las cargas policiales nos obligaron a interrumpir repentinamente nuestra estancia en Venecia para la bienal. Al regresar a Turquía vimos una atmósfera surreal, no podíamos creer lo que estaba sucediendo. Empezamos a caminar y nos dimos cuenta que ¡Las calles estaban hablando!”. Paradójicamente la bienal que habían imaginado, había comenzado con algunos meses de antelación. La ocupación artística de los espacios públicos de Estambul, esa invasión que habían planeado y organizado, se había hecho realidad espontáneamente y ahora tenían que coger el testigo y continuar el camino.

Decidieron hacer un guiño al pueblo y ser condescendientes con su mensaje por lo que no podían comulgar con un estado que tiene el atentado contra la libertad de expresión como bandera. Decidieron luchar con otras armas y se utilizaron unos espacios que, gracias a la ayuda privada son, desde el 14 de septiembre y hasta el próximo 20 de octubre, las sedes de la Bienal de Estambul 2013.

La Galata Greek Primary School, la galería de arte ARTER, el centro cultural SALT Beyoǧlu y los espacios independientes Antrepo no.3 y el 5533 conforman el abanico de sedes en las que se presenta una bienal que va más allá del contexto meramente artístico para convertir el arte en lenguaje.

Un arte en el que el individuo toma protagonismo, visto desde todos los ángulos, analizándose a sí mismo como persona y como parte de una sociedad. Con sus limitaciones y defectos pero que va tomando conciencia de que hay que dar un paso adelante.

Esta bienal, vista desde el punto de vista del espectador, a pesar de los esfuerzos con la gratuidad del acceso y el mensaje solidario, ha sido fuertemente golpeada por la falta de ayuda institucional. Seguramente los hechos antes mencionados desalientan al visitante internacional, pero en una ciudad que está desarrollándose culturalmente y que intenta estar en primera fila en cuanto a eventos de gran calibre, no puede darse la espalda a una cita de esta magnitud con el esfuerzo que supone mantener, durante casi 30 años, una bienal seria de arte contemporáneo.

Bajo el título de “Mamá, ¿soy un bárbaro?” se ha querido dar un equilibrio entre artistas emergentes y consolidados provenientes mayoritariamente de países menos privilegiados a nivel artístico como Latino América, Norte de África, Medio Este y sobre todo Turquía, con una presencia masiva criticada por el sector. Todo ello dentro de un espacio temporal que abarca desde los años 60 y 70, época en la que el arte se empezó a relacionar con la sociedad de una manera activa, hasta la actualidad.

En su mensaje se ha querido explorar la relación del arte con la literatura, sobre todo con la poesía, como con la obra “El castillo” de Jorge Méndez Blake, que acentúa la posibilidad – y necesidad en los tiempos que vivimos- de crear nuevas formas de expresión, nuevos lenguajes, de considerarnos diferentes y por lo tanto de alguna manera bárbaros de nuestra era.

El Castillo. Jorge Mendez Blake. Foto de Anna Gottardo

 

La simbiosis entre lo público y privado se repite constantemente en estas manifestaciones en las que se presenta el ser humano en su contexto más íntimo y personal, como en “Istanbul Diaries”, la instalación propuesta por Elmgreen & Dragset donde 7 personas se comprometen a escribir diariamente sobre 7 cuadernos situados en 7 mesas en una sala de la Galata Greek primary school, o la instalación “Dominio” de los argentinos Martín Cordiano y Tomás Espina. En ellas se crea un contraste entre representativo y particular muy acentuado ya que el visitante, situado en un contexto general, se ve trasportado a la realidad íntima de una casa o de un diario que podría ser de cualquiera de nosotros con la sensación de desconcierto que eso provoca.

Esta inmersión en lo interior y recóndito se traslada al entorno de la sociedad y las relaciones interpersonales con ejemplos como las instalaciones “Ataskoa” y “Making ways” de Maider López, una de los pocas representaciones españolas junto a los artistas Santiago Sierra y Jorge Galindo, la americana Mierle Larderman Ukeles y su “Sanman Speaks” o la egipcia Amal Kenawy con su polémico “Silence of sheep”. De tres maneras diferentes realizan un estudio acerca de las reacciones sociales frente situaciones sacadas de contexto con una lectura social muy inmediata.

 

Ataskoa. Maider Lopez. Foto de Anna Gottardo.

Ataskoa. Maider Lopez. Foto de Anna Gottardo.

 

En el siguiente escalón expositivo se pasa a indagar acerca de la sociedad o el individuo y su entorno natural o urbano. “Networks of Dispossession” por ejemplo, es un trabajo de un colectivo turco que realiza un conjunto de estudios antropomórficos de las sociedades en diferentes países en desarrollo y su entorno urbano, analiza la manera en la que se ven afectados, condicionados en un ambiente que determina y moldea sus vidas.

Desde lo íntimo a lo social, la bienal sacude las conciencias de los visitantes al ponerlos frente a problemas tangibles y latentes. Las instalaciones, fotografía y vídeos que ocupan el noventa por ciento de la manifestación, nos dan un claro reflejo que, en este caso, el arte huye del mercado y de los focos para acercarse a las personas, sus problemas reales en una búsqueda de soluciones desde la intelectualidad cercana, desde el lenguaje y la sintonía. Las sensaciones estéticas pasan a un segundo plano y se impone el mensaje directo, inteligible y real donde la crítica y el zarandeo de la mente, llevan a recapacitar sobre la sociedad que nos rodea y la idea latente de que se puede hacer realmente algo entre todos por cambiarla o simplemente mejorarla, lo necesitamos.