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Hay algo fascinante en el arte que, en términos de temática y medios, es de mal gusto. Muchos artistas trabajan con lo espantoso, pero lo hacen de una manera tan convencional que su obra termina siendo predecible, obvia y trivial.

No es el caso de las instalaciones de excrementos de Paul McCarthy, de los vídeos llenos de sexo y violencia racial de Kara Walker, de los fluidos corporales de Andrés Serrano, del estiércol de Chris Ofili. Es un arte barroco, grotesco, que cruza los límites psicológicos del público, que transforma lo decadente en lo constructivo. Un arte que puede ser difícil de ver, que reniega las categorías estéticas y que de alguna manera evita reducirse a ser pornografía intelectual. Así es el último trabajo de Nathalie Djurberg, que tras su paso por New Museum y Walker Art Center actualmente se exhibe en el .

 

En la última entrega del programa VIDEO ROOM del centro polaco, la artista sueca afincada en Berlín presenta el vídeo “The Parade of Rituals and Stereotypes” (2012). De casi once minutos de duración, la película se proyecta escondida en una galería trasera del museo. La oscuridad total de la sala, la falta de distracciones, el alejamiento de otras obras – el montaje de la comisaria Caroline Corbetta contribuye al efecto del vídeo sobre el espectador, refuerza su carga simbólica, consigue hipnotizar al público. Protagonizado por personajes grotescos de arcilla y animado con técnica stop-motion, “The Parade of Rituals and Stereotypes” forma parte del proyecto más ambicioso de la artista desde su instalación “The Experiment”, galardonada con el León de Plata en la Bienal de Venecia en 2009.

La violencia física y psicológica, la pedofilia, el incesto, el racismo. Toda la iconografía de Djurberg es controvertida, escandalosa e indignante. En “The Parade of Rituals” la artista presenta un carnaval blasfemo, un inquietante desfile de monjes, santos, jueces y diablos violando a prostitutas,  las brujas que se tranforman en los miembros de Ku Klux Klan. En el vídeo los elementos de la mitología escandinava se mezclan con la simbología del poder y los estereotipos raciales. Los personajes reenactuan escenarios de tortura, de humillación y sexo, explorando la interacción de la brutalidad y el castigo, uno de los temas centrales en la obra de Djurberg. En pantalla, los títeres de arcilla expresan emociones complejas: placer, ansiedad, deseo, miedo.

“The Parade of Rituals” marca una nueva colaboración de Nathalie Djurberg con Hans Berg. Su banda sonora, compuesta en gran parte de elementos encontrados, es clave para la instalación, estableciendo un ambiente espeluznante, fantástico, surrealista, como un espectáculo de David Lynch. Esta sensación se ve agravada por la calidad onírica de la película. No hay narración, sólo un flujo extendido de ideas e imágenes que terminan inconclusas. La calidad acelerada de la fotografía stop-motion, los puntos de vista rápidamente cambiantes subrayan el carácter de sueño de la obra.

Las animaciones de la artista sueca son bien conocidas por sus representaciones de la lujuria y crueldad bestiales, dramatizando las ansias más primitivas: la envidia, la venganza, la codicia, la sumisión y la gula. “The Parade of Rituals” es una visión verdaderamente monstruosa las relaciones políticas, religiosas, raciales y de género. En oposición a la labor de sus contemporáneos, como Takashi Murakami y sus obras de alta producción, pulidas y ordenadas, Djurberg compone arias de aniquilación y perversidad sin límites. Su mundo demente y aparentemente inocente es un enlace de la tragedia griega con la fantasía surrealista, los Hermanos Grimm y los escritos de Marqués de Sade.

La espectros enredados en pantalla son la esencia de los deseos y motivaciones inconscientes humanos. Su compulsión por romper la piel de otro personaje – mordiendo, apuñalando, cortando, aplastando – y liberar la masa de barro de su interior, representa el caos social y psicológico bajo la superficie aparentemente inocente del mundo.

En las manos de Nathalie Djurberg la técnica inocente y convencional de claymation se convierte en un medio de expresión de horripilantes alegorías de la conducta humana y el tabú social. En este sentido, Djurberg ha encontrado en arcilla un medio perfecto. Al material familiar para todos desde la infancia la artista añade una carga psicológica, utilizándolo como sustituto de su propio cuerpo, jugando con el de una manera que físicamente no sería posible. Es la técnica de la obra de Djurberg que subraya también sus conotaciones bíblicas, la relación con el mito de la creación. Claymation utiliza arcilla, y el personaje animado se levanta del polvo de la tierra, homo el propio ser humano, siendo las figuritas de “The Parade of Rituals” nuestros seres afines.

Los colores brillantes disfrazan el vídeo de las apariencias de cine infantil. Ante los actos crueles en la pantalla, este marco de referencia refleja lo rápido que el ser humano transforma la inocencia en depravación, la niñez en lujuria y muerte. Estas contradicciones se refuerzan por hecho de que los personajes grotescos y estilizados acaben siendo al fondo profundamente humanos, que expresen las emociones básicas de una forma más honesta que pueda hacerlo un actor. El pánico y la repugnancia de la víctima de la violación son tan sinceros que el espectador olvida por un momento que está viendo figuritas de arcilla.