Una amplia sonrisa me hace disculpar inmediatamente el ligero retraso causado por la lluvia londinense y el tráfico del centro de Londres. Juan Genovés me estrecha su mano, para iniciar una conversación distendida con motivo de la inauguración de su enésima individual en la Galería Malborough en el número 6 de Albemarle Street, en el corazón de Mayfair. La zona más exclusiva de Londres presenta 16 acrílicos en diferentes formatos y soportes, realizados en 2013, del pintor valenciano afincado en Madrid, que desde el 4 de Junio hasta el próximo 28 del mismo mes se expondrán en estas paredes.

Miguel Mallol: Según su trayectoria se posiciona como un defensor del arte figurativo, pero en su recorrido se ve que en toda su obra el individuo o la multitud se enfrentan física y visualmente a una parte abstracta, formada por un punto, una línea, un plano.

Juan Genovés: Se enfrentan a la masa abstracta. Parto siempre de que la pintura es toda abstracta, aunque sea muy figurativa es siempre informal. En el fondo, la pintura es una materia que está sobre una superficie plana, y la manera de poner esa materia para mí es lo importante. Según mi concepto, la pintura hay muchos modos de leerla, visualmente, te cuenta una historia literaria. Pero la profunda, la de verdad es la de la materia, puesta sobre una superficie plana.

MM: En la era del arte conceptual, donde parece que la obra viene completada por los críticos, ¿usted intenta propugnar el arte de las sensaciones, la posibilidad de que su obra sea entendida por todos independientemente de la capacidad y conocimiento de arte que se considere o proponer una experiencia?

Encendido, 2013.

Encendido, 2013.
Fotografía cortesia de la Malborough Gallery.

JG: Un cuadro no es solamente una cosa, es una máquina de sugerir, de provocar, de hacer pensar a la gente y hacer venir nuevas ideas. Quiero que el espectador se acerque tranquilamente a mi cuadro, sin embargo recibo continuamente fotos en las ferias en diferentes partes del mundo donde la gente se amontona encima de mis cuadros haciendo fotografías.  No hago mucho caso de la gente que habla de pinturas ya que las palabras quitan el sentido a las obras, la pintura es muda, completamente viva. Yo pinto para la gente que detiene el tiempo frente a mis pinturas y me intriga lo que piensan ya que seguramente es algo que no he pensado ni yo mismo. En una ocasión le pregunté a una mujer que miraba una de mis obras qué es lo que veía y me respondió “me estoy buscando, estoy segura que yo estoy ahí y estoy viendo quién de esos soy yo”. Me pareció una idea fantástica.

MM: Usted ha conseguido lo que nunca consiguió Francis Bacon, como le indicó en una ocasión en cuanto compró una de sus obras, pintar la multitud. Ese conjunto de personas ha variado con usted en el trascurso de los años como también el individuo, en esta exposición es diferente de nuevo. ¿Qué piensa frente a la multitud y el individuo?

JG: Yo creo que la multitud está formada por unidades, a las que busco y provoco, distinguiendo unas figuras de las otras insertando pequeños objetos reales para individualizarlas y darles una identidad propia. Se relacionan también a nivel cromático con lo que les sucede dentro del contexto espacial de la obra buscando su verdad. Una obra no puede limitarse solo a una lectura, no puede decir sólo una cosa. Cuando un cuadro tiene pocas soluciones no lo pinto, siempre intento que se puedan encontrar infinidad de lecturas en una obra.

MM: Usted pinta con el subconsciente, se levanta de madrugada según sus propias palabras, para aprovechar ese estado de semidormido y dar rienda suelta al yo real.

JG: Creo que la pintura tiene tantas interpretaciones y maneras de entenderla que si uno se para a pensar está perdido, se puede quedar paralizado para siempre. Primero hay que pintar y después pensar. No siempre lo que pensamos que quería decir un artista, es lo que realmente pretendía, muchas veces todo es mucho más sencillo.

Creo que hay que remontarse a mis principios para comprender mi lenguaje y mi forma de pensar. Tenía 6 años cuando empezó la guerra, cuando abrí los ojos estaba en una guerra y terminó a los 9 años, y en esos años se formó el disco duro de mi mente. Para mí la guerra fue un impacto impresionante. El correr y el miedo se me quedó grabado y pinto constantemente el mismo cuadro. Los personajes están en continuo movimiento, las balas iban de un lado a otro y se escuchaban. Nos protegíamos bajo de colchones. El miedo es una de las cosas fundamentales en mi vida, a mis padres les preguntaba qué pasaba cuando no había guerra… pero cuando ya no hubo guerra me entró más miedo, la situación se convirtió en esperpéntica.

MM: Estuvo censurado durante el franquismo y eso le llevó a ser reconocido fuera de España. ¿Cómo se lleva que un artista tan reivindicativo y que ha ido siempre contracorriente, esté representado en exclusiva por una galería tan comercial como la Malborough?

JG: En España nunca he tenido galería, después de que expuse en el 1966 en la Bienal de Venecia y me cerraron varias exposiciones, me dediqué a hacer joyas durante dos años para poder vivir. Me encontré con un pintor que tenía cargo en el Ministerio de Bellas Artes, y me preguntó qué estaba haciendo en ese momento. Le dije que me dedicaba a la pintura política y enseñé lo que hacía y me animó a realizar una exposición en la Dirección General de Bellas Artes con el riesgo de jugarse el cargo y de que yo terminara en la cárcel. Éramos muy ingenuos, pensábamos que íbamos a cambiar la sociedad. Fue en el 65, hice 40 obras y fue una bomba. No podían cerrarla porque era una exposición del régimen y en el ABC al día siguiente salió una obra mía como ejemplo de una pintura de un “artista del este”. Ese fue mi lanzamiento.

Llevo 48 años con la Malborough Gallery, y eso me ha permitido preocuparme exclusivamente de pintar y realizar mi obra. Son muy profesionales y nunca me han impuesto ningún parámetro a seguir y he tenido la libertad de seguir mi carrera de una manera serena, y hacer cosas paralelas que me han hecho realizarme como artista y como persona.

MM: ¿Cree que ha sido más valorado fuera de su país que en su misma casa?

JG: Es verdad, en España he sido clasificado y al no poder exponer allí por motivos de censura y colaborar con una galería extranjera, aunque ya tiene sedes en Madrid y Barcelona, fui reconocido fuera ya que en España no se presentaba la obra. He estado en todo el mundo y en España no se enteraban, ninguna colección tenía obra mía y ahora ya es demasiado tarde porque el coste es más elevado.

MM: A nivel conceptual y formal hay un contraste entre la obra política, mucho más cercana y real con la obra actual.

JG: La obra más dura la viví realmente de pequeño, los fusilamientos, los gritos y el terror. Me querían tapar la cara pero conseguía verlo y son imágenes que las tengo grabadas. La obra actual es una consecuencia y desencadenante de aquello.

MM: En la transición representada con la obra “El abrazo” y sus obras sucesivas, aparecen personas más identificables y cercanas. Otra realidad con fondo blanco.

JG: Son personas sobre un fondo blanco que pertenecen a una serie. Esta obra en concreto fue un encargo de un cartel a favor de la libertad de los presos políticos por el que me encerraron, es una obra muy significativa de la transición, representa la unión entre los españoles.  Se manchó de sangre por una matanza y se convirtió en un emblema, más tarde se hizo una escultura. El lienzo está en el Reina Sofía pero no se expone, nació en la clandestinidad y ahí reside todavía hoy.

MM: En la serie de los paisajes urbanos, ya en los años 80, no aparece nadie. Son ciudades desiertas, donde el envoltorio, que suele ser neutro o inexistente se convierte en protagonista y la multitud desaparece.

JG: Esa es una visión del 23F, la soledad de las calles cuando sucedió el intento del golpe de estado. Las calles vacías me llevaron a pensar que siempre he pintado el pájaro y nunca la jaula. En este caso pinté el continente sin el contenido, el miedo seguía siendo mi obsesión.

MM: En su carrera ha habido varios puntos de visión del espectador, pasando por la visión telescópica, desde lo alto, a ras de suelo… Algunas obras de las que se ven en esta exposición da incluso vértigo por su dinamismo y la sensación que da la multitud es de fragilidad.

JG: Toda la pintura que se ha hecho se ha hecho de frente, el problema en este caso es que no ve lo que hay detrás. Yo he querido cambiar el punto de vista, con lo que el problema cambia y ves otro panorama. Esto me ha llevado a cambiar los planos y crear desniveles o generar un punto de mira. Intento que la visión sea un símbolo de todo, mis cuadros redondos simbolizan el globo.

MM: ¿Ha habido algún artista que le ha influido especialmente en su vida y haya condicionado su pintura?

Sinprecedente, 2013

Sinprecedente, 2013.
Fotografía cortesia de la Malborough Gallery.

JG: Yo no soy nada mitómano, soy como un cazador que va buscando la presa. Yo veo un trozo de cuadro que me sirve y me fijo en eso y luego me sugiere otra cosa, el arte es una cosa muy complicada. Los que escriben sobre arte lo quieren simplificar pero es muy difícil.

MM: ¿Es el crítico quien hace al artista?

JG: Eso era hace tiempo, ahora estamos viviendo como una galaxia Gutenberg, donde lo que se dice siempre necesariamente es verdad. Pero la gente ahora, con los medios de los que se dispone se cuestiona más todo y hay más información que crea criterios diversos.

MM: En la sociedad en la que vive el arte contemporáneo parece que hay una cultura de no esforzarse a encontrar el significado de una obra, y se llega a la conclusión de “esto no lo entiendo, me están tomando el pelo”. ¿Qué piensa frente a esta afirmación?.

JG: Eso está cambiando con los medios audiovisuales, el crítico está desapareciendo. Son muy aburridos y la gente hace caso más a la gente, esa conexión social es maravillosa.

Juan Genovés es un artista que ha vivido su realidad y la ha presentado según su punto de vista, una visión global en la que el miedo es su enemigo e intenta combatirlo sin pensar, para dar ese vigor extraordinario a su mensaje. Busca la frescura del subconsciente e intenta automatizarlo y dirigirlo sin conseguirlo.

Pintar es su vida, “a mí me gusta subir los 18 escalones de mi estudio y para mí eso es el mundo. El resto es de segunda categoría, con mis cuadros soy feliz”.