Provocación, adrenalina, mensaje, desafío. El grafiti, y posteriormente el arte urbano, han conquistado trenes, derribado muros, protestado contra guerras, desigualdades y abusos o simplemente creado nuevos mundos, unos universos paralelos de personajes que nos observan, mimetizados o evidentes, y a los que hay que descubrir. Una vez percibida su presencia, emergen desde todas partes invitándonos a seguir su rastro, a convertirnos en “cazadores de grafitis”.
Siguiendo la estela del Action Painting, de los llamados happenings y el pop art entre otras tendencias, el movimiento denominado grafiti nace en Estados Unidos a finales de los años 60 y se desarrolla en el metro de Nueva York durante los años 70. Ligado al gamberrismo y a las bandas callejeras, se inicia con simples firmas o tags, normalmente cortos y de fácil escritura con los que los writers conquistaban los vagones y las calles en sus viajes a través de la ciudad con un objetivo: la fama. La superficie y técnica evolucionaron durante los 70 hacia los llamados bombing, de mayores dimensiones y dificultad que, con efectos de sombras y colores, se alejaban del rápido trazo para convertirse en un diseño más complejo y virtuoso. En pleno apogeo del movimiento, a lo largo de los años 80, el gobierno inicia un ataque indiscriminado a los autores de los grafitis en un intento por suprimir toda manifestación ilegal en el tejido urbano. Esta cruzada en lugar de amedrentar, espoleó su expansión por todo el país. Con la cultura del hip hop como compañera, Europa recibe la invasión en trenes y paredes públicas de estos artistas del spray con Londres en primera fila, ciudad donde el movimiento encontró su mayor poso y desarrollo.
El grafiti y el arte urbano conviven, hasta día de hoy, con sus diferencias reflejadas en el uso del espacio y ubicación. La delgada línea que separa una manifestación de la otra viene delimitada por su finalidad. El grafiti es un modo de expresión en sí mismo, un emblema, una firma, un símbolo de conquista y desafío, una lucha contra las reglas por el placer de superar una barrera y conseguir la meta, el fin justifica los medios pero el mensaje no es lo más importante. El espectador se convierte en admirador de un proceso que no ve, más que de la obra, y sólo entienden su verdadero espíritu los que comparten esta pasión. El Street Art en cambio, abarca un abanico mucho más amplio de instrumentos, temáticas e incluso de objetivos. Uno de los elementos más influyentes en el desarrollo del arte urbano ha sido, a diferencia de la espontaneidad del grafiti, el estarcido o stensil. Son recortes o dibujos realizados por los artistas en su estudio, que luego permiten estamparlos en la pared con una precisión que no podrían tener en la calle donde están sometidos al peligro de ser descubiertos y el riesgo en ocasiones de cárcel. La rapidez y precisión son fundamentales.
En esta técnica, Banksy se convirtió en su mayor exponente, con un mensaje directo, sencillo y claramente definido en contraposición al grafiti. Sus obras han pasado a ser un fenómeno mediático y en ocasiones un problema para las autoridades, por su mensaje político, el estímulo a la inconformidad y la convicción que la realidad se puede cambiar. Su identidad secreta, sus apreciadas obras y su complementario mercado publicitario, han ayudado mucho a que el Street Art se convierta en una moda. Camisetas, publicidad, cine, exposiciones y documentales han rodeado la imagen de un personaje tan impredecible, genial e influyente, como contradictorio entre los ideales y sus acciones.

BANKSY
Además del polémico Banksy, se nos presentan algunos ejemplos de artistas de impacto que han tomado una vertiente más estética. Los muñequitos blancos simpáticos del inglés Stick, los coloridos rostros tribales del francés Noir, la fineza de los retratos de C215 o los enormes animales de Roa, son algunos de los exponentes más relevantes que se encuentran en Londres.
La cultura de la forma y el color, ha tenido su desarrollo en obras en las que el cómic y los súper héroes, la huida de la realidad y el mensaje claro hacia la creación de mundos paralelos surreales han sido protagonistas. Los artistas Zadok e Insa, con su mezcla de dibujos con la animación digital, son algunos de sus representantes.
En el arte urbano que se avecina, se adivina un cariz que navega hacia la abstracción, la búsqueda de los planos superpuestos, la geometría y los colores con el llamado “graffuturism” donde Roids y SatOne en la actualidad están marcando el camino. El mensaje predecible se aleja y la forma toma protagonismo en un retorno a los orígenes del grafiti y un guiño al arte de las galerías.
En contraposición con estos monstruos del arte urbano, encontramos otros artistas cuya obra es menos impactante por sus dimensiones reducidas, se mimetizan mucho más con la ciudad y su genialidad los convierte en verdaderas joyas. Algunos ejemplos son los ciudadanos diminutos de Isaac Cordal, que han conquistado la metrópolis situándose en lugares inverosímiles, los pequeños dibujos del mexicano Pedro Delgado acompañados de sus sombras, los retratos escondidos de Mentalgassi, los sorprendentes chicles de Ben Wilson o las figuras ancestrales de Cityzen Cane por nombrar algunos de ellos.
Los artistas urbanos saben que la calle es el mejor escaparate y se reivindican con sus obras, pero estos últimos son difíciles de encontrar, y eso le da un valor añadido al descubrimiento: el factor sorpresa.
Los orígenes transgresivos, ilegales y de protesta se han convertido, en ocasiones, en obras comisionadas, subastadas a altos precios y protegidas, espacios convenidos con las autoridades en los que los artistas, periódicamente, presentan sus obras. En Londres, asociaciones como el Village underground o el TRP, por citar algún ejemplo, están formadas por artistas urbanos que gestionan estos espacios, realizan tours guiados por las calles de Londres y organizan eventos y exposiciones en pos del desarrollo y la conservación de este movimiento. El arte urbano, a pesar de las dificultades y comodidades del camino, no ha abandonado su espíritu libre, la calle sigue siendo un territorio hostil que convierte las obras en frágiles, transitorias y delicadas, pero estos artistas la toman con el entusiasmo del pintor a su lienzo para seguir transmitiendo su mensaje, sin dejar de sorprendernos.