Hay algo apasionante en el intento de realizar una película basada en un poema, lejos de las estructuras cinematográficas convencionales. El pasado 10 de octubre Margaret de Kenneth Lonergan se estrenó en IVAC Filmoteca de Valencia.

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Margaret es una película que nunca tuvo una oportunidad. Filmada en 2005, misteriosamente no se estrenó en su momento por problemas de montaje y distribución que llevaron a hasta tres pleitos. Gracias a Martin Scorsese y su editora Thelma Schoonmaker, que entregó su versión final, Margaret finalmente se proyectó, aunque en una capacidad inmensamente limitada. La versión hoy disponible es un desastre, pero un desastre apasionado y fascinante, al igual que su protagonista. Anna Paquin es Lisa, una adolescente mimada de Manhattan, consumida por la culpa pero incapaz de reconocer su papel en un accidente de tráfico que mató a una peatona.

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Lonergan toma prestado el título del poema  Primavera y Otoño (Margaret, ¿sientes congoja?) de Gerard Maney Hopkins. El poema explora la mente de un niño y la pérdida de la inocencia y la ingenuidad infantil. Margaret analiza esta idea en el contexto de la tragedia humana en la Nueva York a la sombra del 11-S. Indagando sobre las cuestiones del bien y del mal, la culpa y la responsabilidad personal y pública, la película se tiñe de un thriller ético, político y social. Es una meditación poética sobre la pérdida, la búsqueda de resolución y cierre. Los 150 minutos constituyen un psicodrama al estilo de John Cassavetes, con una protagonista emocional rodeada por una serie de personajes secundarios. Sin embargo, a diferencia de Cassavetes, Lonergan se basa en un guión minucioso para desarrollar el drama.

Una mujer bajo la influencia - John Cassavetes - 1974

Una mujer bajo la influencia – John Cassavetes – 1974

Margaret es en gran medida un drama teatral impulsado por el diálogo, en el que los matices de los personajes se revelan a través de acaloradas disputas y discusiones. Abordando cuestiones como la vida y la muerte, la culpa, las relaciones entre madres e hijas, los conflictos internacionales, la guerra, el racismo o el aborto, Margaret, con una duración de dos horas y media, es una película difícil y agotadora. Por otra parte, es un film anclado en interpretaciones brillantes. Las mejores escenas son viscerales, crudas y ferozmente actuadas. La muy joven Anna Paquin es extraordinaria cuando captura el pánico de una mujer joven con sus altibajos emocionales. Una mujer que no ha vivido lo suficiente para entender que no es el centro del mundo y que las vidas de los otros no son escenarios para desempeñar sus dramas personales. Igualmente sublimes son Jeannie Berlin y J. Smith Cameron.

Ambiciosa y excéntrica, Margaret es una obra maestra que se niega a seguir las restricciones de   una estructura cinematográfica convencional. Lonergan rompe con un enfoque ordenado y equilibrado, empleando un estilo formal que parece reflejar el caos emocional de sus personajes, dejando que el relato se expanda sin orden aparente, con unas escenas que parecen fuera de lugar y con subtramas innecesarias. Los problemas de montaje y post-producción quedan palpables en una película desenfocada, donde los personajes, temas e ideas no siempre encajan perfectamente. Las escenas, con un ritmo extraño, se cortan abruptamente. Sin embargo, la fuerza del film reside en esta desconexión narrativa. Margaret nos enseña que en la vida no siempre todo encaja. ¿Por qué debería hacerlo en una película? Al igual que su protagonista, es una obra no concluida. Su notable desorden refleja la paranoia omnipresente en la Nueva York post 11-S, las imperfecciones de la película riman con la agitación emocional y la desubicación  que siente su Lisa.

A pesar de quedar lejos de ser una experiencia agradable, Margaret es inolvidable y desgarradora. Con todos sus defectos, es una película de belleza y gravedad impactantes. Como su protagonista adolescente, puede ser frustrante y ensimismada, pero también apasionada y ambiciosa. Hasta sus defectos resultan interesantes.

En la escena más emocional del film, Jeannie Berlin le dice a Anna Paquin: “Nosotros no somos personajes secundarios en la fascinante historia de tu vida. Esto no es una ópera”. Margaret, sin embargo, parece serlo. El tema del poder curativo del arte se desarrolla a lo largo del film, hasta el clímax catártico rodado durante una actuación de Los cuentos de Hoffman de Jacques Offenbach en la Ópera neoyorkina.