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Loïe Fuller bailando. Fotografía de Isaiah West Taber.

En noviembre de 1892, Loïe Fuller estrena en el célebre cabaret Folies-Bergère su danza serpentina. Asistida por un inusual equipo de 27 técnicos en iluminación, movía incesante unos largos velos de seda bañados por una luz cambiante de color. Sin palabras, ni decorado, esta acción repetitiva resultó fascinante para el público parisino. Fue sin duda algo nunca visto, una nueva forma de entender la danza. Desde entonces su fama no pararía de crecer. Paradójicamente no existe ninguna filmación de Fuller bailando, puesto que se negó a ello porque pensaba que el cine era incapaz de reproducir la complejidad de sus representaciones. Lo que sí nos han llegado son multitud de fotografías y algunas grabaciones de sus imitadoras que surgieron desde el primer momento, algunas de ellas como Mabelle Stuart con su consentimiento y que lejos de desmerecerla, contribuyeron a difundir su trabajo.

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Cartel de Jules Chéret para el Folies Bergère. 1897

Loïe Fuller (Illinois, 1862 – París, 1928)  fue bailarina, coreógrafa, iluminadora, investigadora, inventora de efectos visuales, comisaria de arte, cineasta y miembro de la sociedad Astronómica de Francia. La primera vez que pisó un escenario apenas tenía dos años. En su juventud hace teatro, aprende canto y se inicia en la danza de la falda relacionada con el can-can. Será durante una representación de teatro que propone para su papel en una escena de hipnosis un juego de luces mientras mueve los brazos portando una amplia camisa de largas mangas. Este original episodio sería la semilla de sus experimentaciones coreográficas.

En 1892 se traslada con su madre a Francia, dónde actúa al tiempo que investiga. Presenta patentes de vestuarios y dispositivos escénicos. Las puestas en escena son cada vez técnicamente más sofisticadas y necesitará de equipos y aparatos más grandes. Así sus espectáculos se convierten en una maravillosa simbiosis entre danza, teatro y tecnología. Su danza se inspira frecuentemente en la naturaleza: «La naturaleza es nuestra guía y nuestra mayor maestra. Pero no la observamos”. La rosa, la violeta, el lirio, la mariposa, las nubes, el sol, la tormenta, la noche o el fuego son algunos títulos de sus creaciones. Durante el fin de siglo la repercusión de su trabajo llega a ser enorme. Se convierte en musa de los artistas Art Nouveau, simbolistas y futuristas. Existen numerosos dibujos y pequeños bronces de ella bailando, así como carteles de Jules Chéret y Toulouse-Lautrec. Mallarmé, Giacomo Balla o Los hermanos Lumière la admiraban. Auguste Rodin, al que le unió una estrecha amistad, elogió su extraño «arte del futuro».

La Exposición Universal de París de 1900, contó con un pabellón dedicado a Loïe Fuller y al uso que ella hace de la electricidad. En el se representaron obras de teatro, así como las danzas tanto de Fuller o las de la compañía japonesa de Otojiro Kawakami y su mujer Sada Yacco, con la que seguirá colaborando posteriormente. Además de producir, también ilumina algunos espectáculos. Todo el mundo visitó con curiosidad el pabellón.

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Izq. Una sala de la exposición en La Casa Encendida. Dcha. Bronce de Théodore Rivière. Danza del lirio de Loïe Fuller, 1898.

El mundo creativo de Fuller desde el comienzo se sitúa a medio camino entre dos campos completamente separados en su época: la creación artística y la ciencia. Se interesó por los experimentos con proyecciones de rayos ultravioletas y las investigaciones sobre materiales fosforescentes y sales radioactivas, con el propósito de incorporarlos a sus montajes escénicos. Su enorme interés por la ciencia la llevó a conocer a grandes científicos de su época como el matrimonio Curie, Thomas Edison o el astrónomo Camille Flammarion. Animados por ellos llegaría a montar su propio laboratorio científico en París.

El comienzo del siglo XX supone la cumbre de Fuller. Gira por Latinoamérica con enorme éxito y realiza proyectos de iluminación para varias óperas. Descubre a Isadora Duncan para la que diseña varios espectáculos, aunque ella abandonará repentinamente la compañía, enfureciendo a su protectora. Conoce a la reina María de Rumanía con la que mantendrá una larga amistad. La reina por su parte escribirá relatos para sus montajes y financiará muchos de sus proyectos. En 1914 gira por Egipto con su nueva compañía Los Ballets Fantásticos. Al comienzo de la Gran Guerra se traslada a Estados Unidos desde donde buscará apoyo para los caídos y enfermos de guerra. Asimismo se dedica a promociona la obra de Rodin con el objetivo de crear un museo allí. Acabado el conflicto regresa a París y forma una nueva compañía.

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Dcha. Con su compañía en la esfinge de Guiza. 1914. Centro: Cuaderno con borrador de conferencia sobre la radioluminiscencia. 1907-11. Dcha.  Tras la operación de tumor de pecho. 1925. Fotografía de Harry C. Ellis.

Los años 20 son muy complicados para Fuller. Es operada de un tumor en el pecho. El proceso de recuperación será documentado por el fotógrafo Harry C. Ellis. Desde entonces tras convencer a su amigo Samuel Hill para convertir su mansión en un museo de arte, se dedicará a ello con gran empeño. Su estrecha relación con grandes artistas, ayudó a configurar la colección, incluyendo la adquisición de más de 80 obras de Rodin. En el estado de Washington todavía permanece abierto el Maryhill Museum of Art. Durante esta última etapa se aventura a hacer cine y baila con su compañía en el Metropolitan de Nueva York. Sin embargo afectada por metástasis en el pulmón repentinamente su salud empeora. Acompañada de Gab, la que fue su compañera sentimental durante los últimos treinta años, muere el 2 de enero de 1928 a causa de una neumonía.

“Una gran bailarina no necesita música, porque la música limita sus movimientos y no le proporciona libertad» escribe en sus memorias. Un siglo después hemos de reconocer que la influencia de Loïe Fuller en el arte contemporáneo ha sido enorme, aunque no siempre reconocida. Artista de artistas fue sin duda una mujer pionera en su tiempo, precursora de la danza moderna y una creadora de una curiosidad insaciable, interdisciplinar como diríamos actualmente; pero quizás  sus aportaciones más importantes tienen que ver con el mundo de la escenografía, el uso de la luz y el color y la manera en que estos se proyectaban sobre su cuerpo en movimiento. Un descubrimiento estético que todavía hoy nos emociona.

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La cavalieère ailée, 1934. Chal de muselina de seda realizado a partir de la fotografía de Mlle. Thérèse Rentz para Hermès.

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La exposición «Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller», comisariada por Aurora Herrera nos acerca al universo de esta artista a través de fotografías, documentos escritos y registros fílmicos de época. La muestra incluye una película inspirada en su figura y producida para la exposición por La Ribot en colaboración con Carles Santos.

Del 7 de febrero al 4 de mayo. La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2 – 28012 Madrid.

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