El fin de semana pasado, el mangate Andrej Kiska ganó la segunda ronda de elecciones para la presidencia de Eslovaquia, a pesar de tener nula experiencia política.
Los votantes decidieron castigar a su adversario, el actual primer ministro Robert Fico, por la ineficiencia que su partido (el partido Socialdemócrata, Smer) ha demostrado al contar con la mayoría del parlamento. Unos meses antes, el electorado había dado un mensaje similar en contra del mismo partido, eligiendo para gobernador a un ex-maestro conocido por sus prácticas neo-nazistas.
En este contexto sobresale la obra de Daniela Krajčová (1983, Žilina). Su trabajo es resultado de la experimentación con diversos medios, manteniendo siempre un innovador amalgama entre los dibujos animados y el documental. Krajčová mantiene una participación activa en la forma en que se construye y percibe la historia en su natal Eslovaquia. Su simpatía por las minorías y las personas en situaciones desfavorables la ha llevado a trabajar con temas dolorosos y necesarios, como el genocidio de la población judía durante la guerra.
Durante años, Krajčová ha recorrido diversas ciudades de Europa central donde aún quedan rastros de la presencia de estos grupos religiosos. El lector probablemente estará familiarizado con narrativas del mismo tipo en Polonia y en Alemania, pero hay que hacer hincapié que en otras partes del mapa, la población judía fue totalmente erradicada durante la intervención nazista, y después negada por los posteriores gobiernos comunistas. En otras palabras, la humanidad tal vez nunca sabrá a ciencia cierta de la tragedia que sucedió en sus narices. En ese sentido, Krajčová descarapela capas de percudida pintura que cubren la historia reciente de su país y descubre otro color en su fachada que ha sido cubierto por una mezcla de intolerancia y negligencia en nombre de una modernidad pestilente y gris.
Conocí a Daniela hace cerca de 12 años cuando ella era estudiante de intercambio en Xalapa. Su obra entonces era cándida e inocente, trabajaba constantemente en las fronteras de su imaginario familiar. Después que me mudé a Eslovaquia, la encontré en varias ocasiones (la comunidad artística de por allá es muy pequeña y todos se conocen entre si) e incluso hemos trabajado juntos en numerosos proyectos, como por ejemplo el festival Anča de animación en su natal Žilina, dónde colabora como curadora. Desde entonces, ella ha incorporado a su trabajo una enorme cantidad de temas, pero siempre con una mirada inquieta y compasiva por las personas que se encuentran en desventaja.
Gran parte de su narrativa se concentra en la presencia judía en Eslovaquia y Europa del este antes y después de las guerras. En Salamanders (2013), Krajčová se vale de pizarrones portables que ella coloca frente a diversos edificios a los cuales hace alusión una voz en off, que narra diversas historias. Al mismo tiempo, los pizarrones reproducen una visión del interior del edificio, una especie de visión de rayos-X, una poderosa introspección. Lo mismo sucede con la obra Visiting Natasha (2013), donde el espectador puede atender un diálogo que sostiene su madre, que es también artista, con varios familiares que por fin aceptan que ocultaron su herencia judía. La conversación se suprapone con varios edificios de Žilina que fueron construídos entre 1939 y 1945.
Su punto de partida son escenas de películas viejas, discursos que legitiman una identidad construída. Su trabajo son reacciones a incidentes históricos que determinan el destino de los grupos de personas que actualmente habitan ese espacio. Así pues, en su trabajo Revenge (2012), la artista realiza diferentes esténciles sobre las rústicas puertas de garages en la ciudad minera de Banská Štiavnica. Los esténciles son cuadros fijos de una escena en la película Vlčie diery (1948) en la que un soldado alemán golpea a un jóven eslovaco y que puestos en secuencia, dan como resultado una pequeña animación que es presentada con entrevistas, documentación del proceso, fotografías antiguas. Todo esto nos permite entrar y salir de un suceso histórico y percibirlo desde diferentes perspectivas.
La obra de Krajčová nos presenta de manera paralela diversos tiempos en un mismo espacio, pero también contiene diversos ángulos del objeto en un sólo tiempo: el nuestro. Su voz se vuelve fuerte cuando se suman ecos de otras voces que parecían disipadas. Su trabajo es increiblemente necesario (e inevitablemente incómodo), a fin de aportar una versión humana a la construcción de su país que todavía se revuelca en viejos lodos, a pesar de que la clase política quiera hacer ver una realidad diferente.