periferne_centra-2-900x600Quisiera quedarme aquí en mi casa. Pero ya no se cual es.

Kevin Johansen.

A pesar de ser tan variada y extensa la fauna artística – y quizá por propia voluntad – acabo siempre rodeado de errantes. La descripción que Sergio Pitol hace de los excéntricos bien podría caber aquí, pues los errantes “no se proponen programas ni estrategias, y en cambio son reacios a formar grupúsculos. Están dispersos en el universo casi siempre sin siquiera conocerse. Es de nuevo un grupo sin grupo.

[…] El canon no les estorba ni tratan de transformarlo. Su mundo es único y de ahí que la forma y el tema sean diferentes.”Los errantes conocen muy bien el tiempo. En su eterno vagabundeo, están siempre pensando en tiempos futuros que les depararán nuevos mundos y formas para contemplarlos. Aunque esa sea una ilusión a la cual terminan por acostumbrarse. Todo lo cura el tiempo, todo lo cura – dice mi abuela que está pronta a cumplir los 90 años y dispuesta a que la festejen con mariachis. El tiempo y su inclemente paso, sepulta por igual a talentos, efímeros caprichos y sueños de juventud.

Conocedores de su espacio y circunstancia, estos vagabundos se dejan seducir por la promesa que pueden encontrar respuestas a su letargo. Al momento que ponen un pie fuera de casa, emprenden una búsqueda ciega que nunca termina. Rafael Argullol lo explica mejor que yo:

Ciertos hombres creían vislumbrar, así, la otra parte de sí mismos, despertándose en ellos la voluntad de alcanzarla o, cuando menos, de intentalo. […] No era, pues, necesarios propósitos y objetivos. La aventura en su sentido más desnudo requería únicamente un punto de fuga, resultado de la fricción entre un estado presente y una imagen futura, y una línea de horizonte, tras la cual se ocultara una promesa de otredad. Por ello sus fronteras se correspondían con las del reino del deseo.

Pero vivimos en tiempos de inmediatez y comunicación. Con tantas redes sociales y la inevitable tendencia del hombre a sentirse el centro del universo, nos olvidamos a veces del tiempo (no que el tiempo se olvide de nosotros) ¿Cómo sobreviven entonces esos modelos nómadas que tanto odiamos y alabamos, en un mundo que se renueva a cada segundo?

Quizá valga la pena considerar el espacio rural y tomar el ejemplo de Gauguin y de tantos artistas que, saturados de la vida hedonista y cosmopólita, decidieron buscar en villas y aldeas remotas esa energía desconocida que pudiese justificar la búsqueda del deseo. También, cada vez más artistas provenientes de pequeñas poblaciones y que alguna vez migraron a la ciudad, están regresando a sus casas o conectándose con otras aldeas para generar discursos que son frescos, espontáneos y que carecen de la rigidez que el modelo de white cube y su aparato mercantil contiene. En lo personal, estoy particularmente interesado por ver como nuevas tecnologías pueden ayudar a conectar puntos que antes tenían que pasar necesariamente por centros económicos (léase, ciudades en general). Me emociona pensar en todas las historias que resultarán de estos encuentros y que ayudarán a entender mucho mejor nuestra condición humana en un contexto global.

SideWays, 2012

SideWays, 2012

El año pasado, siendo colaborador de Periférne Centrá, nos invitaron a tomar parte de un pequeño evento en una ciudad perdida en Eslovaquia. Decidimos ir caminando. Nuestro cuerpo, nuestro cansancio y trayecto, sería el regalo que ofreceríamos a nuestros anfitriones. La acción generó simpatía y excelentes oportunidades de networking, pero lo que mas me sorprendió fue el descubrir poco después que iniciativas similares se estaban llevando a cabo en otras partes del mundo. Ahí recordé que los errantes son (somos) un grupo sin grupo. Entre las propuestas más interesantes se encuentra la de SideWays, un festival ambulante que cruza Bélgica de Este a Oeste durante un mes entero. A lo largo de su viaje, suceden todo tipo de performances, instalaciones y presentaciones que están determinadas por su carácter nómada. Al sacar al artista de su espacio de comodidad, los diálogos se malean y los resultados son siempre diferentes a como inicialmente fueeron planeados. Para ser partícipe de tal experimento, hay que ser muy excéntrico para tolerar condiciones que pueden resultar hostiles y lo suficientemente errático para darle la importancia que se merece.

SideWays, 2012 - group photoEl evento fue un maravilloso crisol de actividades abiertas para todos. Desde workshops a intercambios, alpinistas, una biblioteca andante, productores de comida orgánica, bicicletas y la estrella principal del evento: un asno multimedia que marcaba el paso el grupo y que emitía una señal de GPS que podía ser consultada en tiempo real en la página de internet, para que nuevos agregados se uniesen a la caravana conforme pasara por su rumbo. La regla era clara: caminar lento como herramienta de conexión, de reflexión e intercambio. Nihil novum sub sole, pero no por ello se dejan de hacer las cosas. Vale la pena contagiarse de la buena energía de proyectos de este tipo, que invitan a percibir la cultura de una manera menos formal y rigurosa. Cuando las condiciones de producción son desconocidas, los resultados no resultan en verdades pesadas o duraderas y todo queda un registro de percepciones llevará después a cosas mayores. Una especie de quijotesca y colectiva libreta de bocetos.

Opciones de este tipo me parecen los perfectos ejemplos de interculturalidad, donde todos participantes pueden tener voz propia, entablar un diálogo con los demás y encontrar la propia identidad en el experimento constate. En un mundo tan conectado como el de hoy, es necesario atender las costumbres que recién comienzan en otras latitudes distintas a la propia. Yo puedo asegurar que detrás de ellas, siempre habrá un excétrico de espíritu vagabundo que tendrá un montón de historias por contar.