thetanks2El fin del arte declarado por Arthur Danto en los años setenta del siglo pasado, fue un síntoma de la vorágine que envolvía las manifestaciones artísticas hacia una vertiente más teórica y conceptual. Se iniciaba una nueva era donde las instalaciones, el video arte, las performances, el arte cinético y efímero suponían un enfrentamiento con la tradicional visión del arte. Se abrían nuevos caminos en la evolución del pensamiento artístico. La provocación, con una búsqueda de sensaciones inmediatas y el impacto como fin, junto a la politización y mercantilización excesiva, acompañaron el final de un convulso y ecléctico siglo XX. “Progreso, constante transformación y movimiento, esa es la premisa que sigue el arte contemporáneo en la actualidad, y la ampliación de la Tate Modern es una respuesta a los cambios que acompañan este recorrido, en los que pretende influir activamente”. Con esta afirmación su director Chris Dercon explicaba, en septiembre del 2011, las intenciones que se escondían detrás del ambicioso proyecto de ampliación, que con la apertura de las salas “The Tanks” hace poco más de seis meses ha dado su primer paso. Fieles a un lenguaje conservativo y funcional, poco más de diez años después de la inauguración del edificio principal y la sala de Turbinas, los arquitectos Herzog y Meuron aprovechan los espacios que les ofrecían los depósitos de combustible de la antigua central de energía de Bankside, para afrontar la primera fase de una ampliación tan ambiciosa como necesaria, dando un importante paso adelante en la relación intrínseca entre el espacio expositivo y el espectador.

Las antiguas cisternas que contenían millones de litros de combustible y servían de alimento a las turbinas que generaban la energía, metafóricamente regeneran el mensaje artístico del museo y le dan un nuevo brío. Volviendo la vista al pasado se camina hacia el futuro. Como sucede en otros edificios recuperados, como el Arsenal en Venecia o el Grand Palais de París, se encuentra una estructura de la que se ha recuperado el aspecto original en beneficio del impacto y del arte. Paredes de hormigón, salas circulares con columnas que se mimetizan perfectamente con el ambiente, soportes que rememoran la suntuosidad de los contrafuertes de una iglesia gótica, el juego con la geometría y la luz, permiten al espectador sentirse parte fundamental de la obra.

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Actualmente la propuesta de la comisaria Catherine Wood, inicia con la emotiva obra de Suzanne Lacy, una combinación de imagen, sonido y video contrastantes en velocidad y tono, donde exalta la simbiosis con la naturaleza y la paz interior de la vejez en contraste con el frenesí de la realidad. La inglesa Lis Rhodes, en la sala contigua, invita al espectador a ser el centro de su música representada o a sentarse a un lado para contemplarla. Interesada en la reacción del espectador frente a una instalación tan singular, propone su particular reivindicación a la falta de mujeres compositoras en la música clásica europea, y una crítica al cine comercial y a la reacción de la audiencia.

El coreano Sung Hwan Kim aprovecha el Tank 1 para proponer una serie de video instalaciones que representan un viaje a través de su vida, con un mensaje lineal y un juego de geometría, sonido, luces y sorpresas, uniendo dos espacios antagónicos superpuestos y sorprendiendo al espectador con personajes y perspectivas cambiantes de una acentuada delicadeza plástica.

 En el Tank 2, encontramos la obra de William Kentridge, “I am not Me, the Horse is not Mine”. Ocho video-proyecciones que evocan parodias acerca de la Revolución Rusa al son de una música inspirada en ritmos y cantos de protesta de la era apartheid. A pesar de la cantidad de imágenes que se arremolinan frente al espectador, su complementariedad y ritmo visual las convierten en una idea única.

En The Tanks, aparece una propuesta artística que en otra época se alejaba de los ojos inexpertos, y se desmitifica, se muestra más cercana e invita a participar, a sentirla. Anne Teresa de Keersmaeker, bailarina que participó en el primer evento de la inauguración “Four Movements to the Music of Steve Reich” asegura que The Tanks “es un espacio diferente al cubo blanco de un museo o a la caja negra de un teatro, artistas y público ya no estarán separados, éste es el elemento clave en la concepción artística del siglo XXI”.

The Tanks en la Tate Modern de Londres, son los primeros espacios del mundo en estar dedicados exclusivamente al arte efímero, sonido, imágenes, instalaciones, actuaciones y eventos puntuales. Son una oda a la unión de los artistas, en pos de una recuperación del sentido primordial del arte en un ciclo histórico en el que se necesita consolidar los valores.

Según Chris Dercon “el deseo de encuentro entre artistas y público es una reacción frente al clima económico y político actual. Expresan la desilusión frente a los sistemas impersonales que dominan la vida moderna, y tratan de alcanzar el encuentro humano. Las performances, proponen una nueva forma de interconexión. El deseo de centrarse en trabajos que no puedan ser comprados o vendidos, expresa también una amplia insatisfacción entre el mundo del arte por los caprichos del mercado y la extrema comercialización del arte antes de la crisis financiera del 2008. Este es el momento del arte efímero y el cambio.”