The Master. Paul Thomas Anderson. 2013

“The Master”, al igual que su personaje principal interpretado por Joaquin Phoenix, se resiste a cualquier idea preconcebida de lo que podría o debería ser.

La primera película de Paul Thomas Anderson en cinco años no es la denuncia de la Cienciología que uno podría esperar, como tampoco fueron los cultos y las sectas el tema principal de “Martha Marcy May Marlene” de Sean Durkin. El guión de Anderson parece más algo inspirado en la Cienciología que una representación literal de los primeros días del movimiento. Al director no le interesa el pseudo-realismo teatral de un drama de época y, ambientada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, “The Master” no es una obra histórica en el sentido literal. Se trata más bien de un estudio inquietante acerca de la personalidad americana, la ambición, la obsesión y la desilusión, el deseo de dominar y de ser dominado, la dinámica de maestro y discípulo, la mutua destrucción de padre e hijo.

Cinco años después de realizar “Pozos de ambición”, Anderson se centra una vez más en el tema de la manía y la soledad, encarnadas aquí por dos hombres, Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un veterano de la Marina alcohólico, perturbado y violento, y Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), un gurú carismático cuya filosofía denominada «La Causa» intenta devolver a sus fieles a un estado primitivo de la «perfección». Freddie encuentra en “La Causa” una comunidad a la que pertenecer, Dodd en él – un conejito de Indias para ensayar sus ideas.

Estructuralmente similar a “Pozos de ambición”, “El Maestro” comienza con la historia del origen de cómo un iconoclasta se une a una comunidad cuyas creencias no comparte, dando lugar a un enfrentamiento final con un hombre con quien tiene una relación adversaria y primaria. La fascinación de Anderson con las almas enfrentadas alcanza aquí su apoteosis. No es una coincidencia que el nombre de Dodd rime con god (dios) y el de Quell con hell (infierno), sugiriendo ya desde el principio el tema central del film.

Anderson probablemente tiene muchas influencias, pero la que siempre llama la atención es Robert Altman. Si “Magnolia” hacía eco a “Vidas cruzadas”, «The Master» tiene sus raíces en películas como «3 Women».

El director contrasta a los protagonistas como dos caras de la misma moneda. La inestabilidad de Freddie puede parecer muy alejada de la autoridad de Dodd, pero hay momentos en los que Dodd, puesto a la defensiva, de repente pierde el control, y podemos ver los vínculos psicológicos profundos entre el maestro y su alumno. No es que Dodd sienta compasión por Freddie, sino que el profesor necesita a su discípulo para validar sus propias pretensiones a la perfección, creando con él una simbiosis intensa e inquietante.

3 Women. Robert Altman. 1977

3 Women. Robert Altman. 1977

Como Altman en “3 Women” o Bergman en “Persona”, “The Master” nos arrasa con la representación fría de cómo dominar y subyugar a los demás. En “Persona”, la actriz Elisabeth Vogler se niega a hablar y Alma, su enfermera, poco a poco comienza a fundirse con ella. “The Master” hace algo similar. La película se basa en la atracción magnética de los protagonistas y se vuelve más surrealista, tanto en la narrativa como en su estilo visual, cuando las personalidades de Dodd y Quell se difuminan y los dos hombres se ven entrelazados.“The Master” es una película sobre la atracción y la locura, pero ¿por qué los dos protagonistas tan opuestos se ven tan fuertemente atraídos? El film se inscribe en la línea de las películas de Anderson sobre padres e hijos, ya sean biológicos o simbólicos. Dodd y Quell son padre e hijo, gurú y discípulo, amo y esclavo, amigos apasionados y competidores encerrados en una relación cuyo trasfondo sexual es palpable. Dodd expone sus creencias en que el hombre no es un animal, que todos hemos vivido en la Tierra antes y que, con el entrenamiento adecuado, las personas pueden purgarse de todos los “impulsos negativos». El maestro de “La Causa” seduce a Freddie con su promesa de devolverle un pasado olvidado. El desarrollo de su relación codependiente, intensamente íntima es fascinante. En una de las escenas Dodd, a solas con Freddie, canta dulcemente:

I’d love to get you

On a slow boat to China

All to myself alone

(“Me gustaría llevarte / En un barco lento a China / Todo para mí solo”).

Evitando la representación directa, Anderson se inspira en la figura de L. Ron. Hubbard, el creador de la Cienciología, para desarrollar un estudio expresionista, de un estilo narrativo libre.

En una película tan compleja destacan dos cualidades: el dominio extraordinario de la técnica cinematográfica y las actuaciones de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman como dos hombres antiéticos, un vagabundo indomable y un charlatán intelectual que pretende tener todas las respuestas. Ambos actores rara vez han sido mejores en el cine. Hoffman no comete el error de dar una gran actuación. Podría haber interpretado a Dodd como un megalómano, pero a cambio es sereno, mucho menos siniestro y más agradable de lo esperado. A veces compuesto, a veces sudoroso y con la cara roja de ebriedad, en cada momento es creíble como un hombre capaz de inspirar a muchos seguidores fieles. En vez de interpretar a Dodd como una caricatura, encuentra su alma. Joaquin Phoenix no había actuado desde “I’m Still Here” y tal vez su supuesta jubilación hace unos años ha merecido la pena.  El actor ofrece una interpretación poderosa de un personaje imprevisible, misterioso y emocionalmente mutilado. La clase magistral real aquí es acerca de la actuación, incluyendo a todo el reparto, especialmente a Amy Adams, cuya versatilidad ofrece a Peggy, la esposa de Dodd, un efecto subversivo.

Visualmente, “The Master” es resplandeciente. Los elementos pictóricos, como el tono de la piel, los tejidos, la luz natural son destacados magníficamente por el director de fotografía Mihai Malaimareh Jr., que anteriormente había trabajado con Francis Ford Copolla. Es la primera película filmada en 65mm (y proyectada en 70mm) desde “Hamlet” de Kenneth Branagh (1996). Malaimareh se aprovecha de la densidad del formato para aproximar la fotografía a la grandeza visual del melodrama hollywoodiense. Es una experiencia visual espectacular, en particular en la escena cuando Philip Seymour Hofman monta una motocicleta en una gran llanura y desaparece en el horizonte. La falta de una narración convencional permite que “The Master” sea no sólo un retrato psicológico de sus personajes, sino también un diario de viaje fotográfico. Los efectos visuales son impresionantes, con la nave iluminada como un refugio irresistible, y su paso bajo el puente de Golden Gate como una visión romántica de un viaje de ensueño.

Esa dedicación al cine como una obra de arte se extiende a todas las áreas, incluyendo la música melancólica de Jonny Greenwood, la segunda colaboración de Anderson con el miembro de Radiohead después de “Pozos de ambición”. Greenwood ofrece una partitura con vida propia, que funciona como contrapunto a las escenas más emocionales. El trabajo en todos los departamentos de producción es igualmente exigente, especialmente el vestuario de Mark Bridges y la edición atrevida de Leslie Jones y Peter McNulty. Los directores artísticos Jack Frisk y David Crank han producido una visión sensual, rica en detalles y plausible del 1950.

“The Master”es una película emocionante e hipnótica que niega a ajustarse a las expectativas. No es una historia de la Cienciología y su desarrollo, aunque los paralelismos son inconfundibles. Anderson tiene un interés mucho mayor en la América que trata de redefinirse después de una guerra agotadora y en los intentos del hombre de domar su naturaleza animal. Freddie Quell, el animal dañado, es el último de los hombres rotos y brutos creados por Anderson que tratan desesperadamente de  encontrar su propósito y su destino. La película no ofrece un clímax emocionante de “Pozos de ambición”, donde Daniel Day Lewis pronuncia las palabras “He terminado”. Ninguno de los personajes acaba tocando el fondo en este retrato de la masculinidad in extremis.